Aquí en el lugar donde vivo.
Disfruto de preciosos campos que te dan siempre diferentes frutos.
Son tierras fértiles en perfecta confabulación con el agua, el sol, el aire y la semilla.
Pero hay uno de ellos, que cada vez que lo visito me traslada a estados de verdadera meditación.
Es felicidad que se expande por el cuerpo entero.
Es la participación de la Unidad en el conjunto.
Y el conjunto como Unidad.
Los cultivos de trigo te trasladan, te adentran en la abundancia en todo su resplandor.
Es como un gigantesco césped dorado que irradia brillo esplendoroso hacía el sol.
Que a su vez entrega lo mismo.
Es como si fueran espejos uno del otro.
Es todo un acto de amor.
Llevado en forma de pan a la mesa de todos nosotros.
Es la magia de la abundancia del trigo.
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